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jueves, 11 de abril de 2019

DE LA BUENA CONVIVENCIA


“Debemos buscar a alguien con quien comer y beber
antes de buscar algo que comer y beber,
pues comer solo es llevar la vida de un león o un lobo”

Epicuro (341 aC – 270 aC)


Somos seres sociales, y a la vez necesitamos reivindicar nuestra diferenciada individualidad. Deseamos vivir en comunidad, tanto como destacar nuestra especificidad. Queremos formar parte de alguna corriente social del momento, a la vez que deseamos tener algo, poco o mucho, de notoriedad.

Convivir (‘vivir con…’ o ‘vivir en comunidad’) exige reunir en buena vecindad diferentes sensibilidades, diferentes propósitos, diferentes modelos mentales, diferentes actitudes y / o diferentes hábitos. Para que sea buena vecindad requiere de los individuos actitudes cohesionadoras como el respeto, la afabilidad, la concordia, el civismo, la colaboración y la solidaridad.

Reconstrucción idealizada de la Acrópolis de Atenas, destacando el Partenón,
a la derecha, y la gran estatua de la diosa Atenea Promacos, a la izquierda
(Fuente: internet)
Exige también eliminar aquellas barreras artificiales que imposibilitan o deterioran la convivencia, como es el caso del egocentrismo (egoísmo) o del narcisismo exacerbado. Especialmente si incitan a transgredir el debido respeto a la individualidad y a la libertad ajenas, origen de tantos conflictos interpersonales y sociales. Visto así, podemos entender las graves y continuas hostilidades que han sacudido a nuestras sociedades a lo largo de la historia. Se comprende mejor, también, la incapacidad del ser humano para acomodarse a vivir pacífica y cívicamente en comunidad. El instinto de supervivencia, que en el pasado nos sirvió para prosperar y dominar el planeta, siempre ha sido un gran inconveniente para vivir de forma armoniosa, en comunidad. Este incontrolado instinto se ha transformado, en nuestra sociedad de consumo, en un desordenado apetito por acumular bienes e influencias a costa de la salud del planeta y de una coexistencia pacífica.

La buena convivencia requiere de humildad y se deteriora gravemente ante la vanidad y el orgullo, tanto en el plano individual como en el social. La buena convivencia requiere que las personas se conozcan más allá de lo superficial y que se entiendan. Necesita, pues, de una comunicación de doble sentido, abundante y relevante. Por el contrario, la comunicación se cortocircuita o se deteriora si falta la humildad, porque solo desde la humildad y desde el ánimo de entenderse nos abrimos al conocimiento de lo ajeno, ese conocimiento que es indispensable para compartir y convivir en armonía y provecho.

La buena convivencia se sustenta en la confianza; confianza que, insisto, solo puede darse cuando hay una buena comunicación, un buen entendimiento mutuo y grandes dosis de aceptación y respeto. Precisamente, frente a otros seres vivos, el ser humano tiene las herramientas necesarias para conseguirlo: el diálogo. Solo nosotros podemos beneficiarnos y disfrutar de las bondades del diálogo, un ejercicio de transparencia y hondura que nos permite pasar de una convivencia formal y superficial, dominante en la actualidad, a una convivencia llena de gratas recompensas.

Comparando la Atenas de Pericles con nuestras sociedades actuales tengo la sensación de que el ser humano no ha avanzado nada en lo que se refiere a convivencia, por mucho que haya mejorado nuestra destreza técnica, la complejidad de nuestras urbes y la sofisticación de nuestros atuendos.


Emilio Muñoz
Homo Novus

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