“No tengo ningún talento especial,
solo soy apasionadamente curioso”
“La creatividad
es la inteligencia divirtiéndose”
Albert Einstein (1879 – 1955). Alemania (Suiza, Austria, USA)
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Foto de François Verbeeck en Unsplash |
Más allá de la exigencia de uniformidad que impone nuestra sociedad y que va matando la iniciativa de los niños (un verdadero crimen que debería tratar más extensamente en mi blog “Un ángel dormido”), la realidad es que este rasgo humano, el de su inquietud por conocer y probar, forma parte de nuestra naturaleza, y ha impulsado los grandes avances científicos, técnicos y culturales a lo largo de la historia.
La inquietud del espíritu humano es el principal motor del periodo de mayor esplendor, en mi opinión, de la historia humana: el Renacimiento. Especialmente, el Renacimiento italiano, esos dos siglos grandiosos (Quattrocento y Cinquecento) que fueron la mayor base para la futura consolidación de la Ilustración y la muy controvertida Revolución Industrial que le siguió.
Pero no es lo que más me importa destacar en este momento, sino la fuente de placer y energía extraordinaria que nos aporta este rasgo humano, y que se materializa en una curiosidad sin límites, y en una apuesta decidida por aprender y poner a prueba lo aprendido hasta llevar el conocimiento, los procedimientos y la tecnología más allá de sus límites previos. No nos basta con repetir tediosamente lo conocido… necesitamos descubrir y afianzar lo que descubrimos.
Pero no olvidemos que para todo ello necesitamos ser, además, positivamente críticos, y cuestionarnos el statu quo (de forma positiva, insisto, que hay mucha hipocresía respecto al sano espíritu crítico, algo que también debería tratar más extensamente para “desfacer entuertos”). El progreso solo es posible cuando conocemos y valoramos nuestra posición actual, lo que hacemos constantemente, aunque lo llamemos de otra forma.
Sobre estas bases se fundamenta nuestra creatividad. Una creatividad que, tal como lo describo, no busca más utilidad que la del placer de aportar algo al devenir y progreso humano. Progreso que, por otra parte, solo debería considerarse positivo si no daña al propio ser humano o al medio ambiente. Algo que hemos olvidado, por cierto.
Emilio Muñoz
Homo Novus...
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