HOMO NOVUS: De una humanidad renovada y del espíritu del Renacimiento
En pos de una humanidad renacida y feliz, que haga de la alegría y de la buena voluntad sus señas de identidad, que enfrente con optimismo, energía y confianza su futuro.
MI BLOG MÁS QUERIDO, Y NECESARIO DEBATE (de niños, adultos-niños y sensibilidad para un mundo mejor)
Viendo vídeos tan preciosos como el que se puede ver más abajo (el afecto entre un gorila y una joven) llego a la conclusión de que los seres humanos hemos construido un mundo demasiado complejo. Pero no hablo de complejidad técnica, que también, ni siquiera de complejidad intelectual o artística.
Hablo, sobre todo, de complejidad emocional. Tanta complicación creamos que los seres humanos nos estamos volviendo unos seres tan complejos como acomplejados, lo que se traduce en demasiados momentos de insatisfacción vital, como nunca antes ha habido.
Las estadísticas que conozco referenciadas sobre la salud mental en países desarrollados como España asustan; debido al crecimiento de las consultas a profesionales de la psiquiatría, también al consumo de sustancias que combaten la ansiedad, la depresión o la falta de sueño, o a los casos de suicidio (la mayor causa de muerte en personas de hasta 35 años, según oí hace unos pocos días)
¿Estamos locos? ¡No, ni mucho menos! No somos enfermos psíquicos, sino emocionales. Hemos creado una sociedad en la que relacionarse y amar se ha vuelto demasiado complejo y atemorizante. Si el acto más hermoso y que mejor define nuestra humanidad es la belleza con la que podemos vivir el amor, tanta complejidad, tanto requisito, tanta superficialidad, tanta exigencia, tanto aislamiento, tanto miedo, tanta prudencia, nos aleja de este alimento emocional tan imprescindible que es el amor. Y la vida pierde gran parte de su sentido, hasta el punto de abatirnos.
Necesitamos amar y ser amados, sin complejos, sin complicaciones, con extrema naturalidad, con sincero afecto. Necesitamos dejar de medir el amor en términos del prestigio social que da. Necesitamos superar tanto hipocondriaco miedo, tanta hipocresía, y simplemente vivir el amor que sentimos.
Y creo que no me equivoco si digo que sociedad está llena de hambrientos emocionales esperando una luz, una contraseña, un camino para vivir en paz sus emociones. Pero no hay luz, ni camino, ni contraseña, se trata de despojarse de complejos y miedos, y de vivir lo que se siente, tal y como se siente. Sencillamente amar como se ama: dar generosamente el amor como se siente, y recibir agradecidamente el amor como nos es entregado.
Así lo hacen esa joven y ese gorila. No hay más secreto… Así de sencillo.
El puente de cristal solo es un símbolo, nada más que un símbolo... Un símbolo que he creado con el propósito de facilitar la comprensión de dos cuestiones fundamentales en el decisivo arte de vivir: autenticidad y confianza. Por lo tanto, “el puente de cristal” trata de cómo afrontamos la vida y, una vez más, propone una alternativa posible.
Hay un “puente de cristal”, invisible, que nos permite cruzar desde nuestro hoy, tal y como vivimos en sociedad, para llegar al ser que realmente somos y, más allá, al ser que desearíamos ser conforme a nuestra auténtica naturaleza y personalidad. ¿Realmente es necesario proponerse algo así? Cada cual debe reflexionar sobre ello. En especial, los más jóvenes.
EL DRAMA DE NO SER
La realidad es que me encuentro personas tan metidas en el papel ―en el rol― que han decidido jugar en sociedad que ni siquiera son conscientes de que su vida no les llena. Hablo de valores, ideas, hábitos, emociones, sensibilidad… Porque cuanto más nos separamos de ellos, por muy bien que desempeñemos nuestro rol y por mucho que seamos aceptados entre quienes nos rodean, más alienados (de alienación) nos sentiremos, más perdidos, y descubriremos que la vida tiene menos sentido.
Fuente: internet
Si solo tuviéramos una componente animal, nos bastaría con alimentarnos y procrear; cuidar de nuestro bienestar y del bienestar de nuestros hijos. El problema es que los seres humanos tenemos la capacidad de ser conscientes de nosotros mismos, de nuestra personalidad, de lo que pensamos y sentimos, de lo que hacemos, y de lo que deseamos vivir. Realmente, la vida solo tiene sentido cuando nos hacemos cargo de ello y decidimos vivir el ser que realmente somos.
Las enfermedades mentales y los suicidios se están incrementando sustancialmente de año en año hasta llegar a convertirse en verdaderos dramas sociales. De hecho son el mayor problema de salud y muerte en nuestras sociedades.
Soy consciente de que asumiendo patrones ajenos al propio ser, pero que son bendecidos socialmente, nos puede permitir creer que uno vive lo que desea vivir (o, al menos, que vive cómodamente). Sin embargo, no es así. Hablar de ello suele ser muy problemático, pues llegar a reconocer el posible vacío de uno mismo que hay en la propia vida puede ser aterrador. Sincerarse con uno mismo, medir el grado real de satisfacción sobre la propia vida o analizar el grado de frustración con el que se vive suelen dar la medida del posible problema.
EL RIESGO DE SER
Frente al drama de no ser solo se erige una opción: la de ser. La alternativa de ser es la opción de reconocerse a uno mismo, la de analizar cómo es el mundo y en qué grado puede satisfacernos y, sobre todo, la de desnudarnos y vivir conforme al ser humano que somos.
Fuente: internet
En un mundo en el que se prioriza el ego, la competitividad, el consumo impulsivo, la comparación más inhumana o la violencia de todo tipo y grado, todo se complica. Son patrones de actuación que desembocan en los males que antes mencionaba, y con los que, a pesar de todo, se prima la uniformidad, y el comportamiento de rebaño (¡cómo para acabar todos locos!). Ser uno mismo, y vivir abiertamente la especial personalidad, no es fácil, ni deja de tener sus riesgos. Hay que reconocer la realidad. Y por supuesto, no hablo de la moda de ser diferente o rebelde, que solo sirve para satisfacer la insana necesidad artificial de ser visto.
A pesar de todo, quien se plantee esta disyuntiva debe hacerse la pregunta: ¿dejo de ser yo mismo de forma voluntaria para evitar problemas interpersonales, o me arriesgo a ser yo mismo, con los problemas que eso conlleva? Llegamos al puente de cristal…
El puente de cristal es ese puente que nos lleva hasta nosotros mismos, pero que nos visibiliza ante la sociedad, y nos expone a la crítica y al rechazo.
En mi experiencia y opinión, renunciar a uno mismo es condenarse al remordimiento y la frustración. Incluso en los casos en los que conseguimos convencernos a nosotros mismos de que hemos elegido bien y de que estamos fantásticamente. Sin embargo, la traición no es tolerada por nuestro subconsciente, y la frustración siempre termina en daño hacia uno mismo o hacia los más débiles que nos rodean.
Cruzar el puente de cristal, a pesar de críticas y rechazos, que no son fáciles de llevar, fortalece nuestras convicciones y la confianza en nosotros mismos. Nos hace mentalmente más fuertes, y nunca nos lleva al aislamiento y la soledad.
CONCLUSIÓN: ¿QUÉ HACER?
Lo que nos hace fuertes no es la traición, sino la reafirmación de nuestra auténtica personalidad. Y lo que nos hace fuertes es promover la libertad y la confianza entre las nuevas generaciones, no educarlas para que sean meros supervivientes o destacados (destructivos) actores. Hoy mismo se me comentaba que es una alegría no haber traído hijos en este mundo en el que hay que ocultarse para no ser herido. Pero la resignación solo lleva a un empeoramiento de la situación.
Si analizamos la historia, los grandes avances de todo tipo han sido realizados por personas sencillas muy idealistas, honestas y humildes. Personas que se enfrentaron al dogmatismo y el escepticismo con la fortaleza que da la convicción en unos sanos valores y propósitos. Ellos nos dan el ejemplo y la solución: la fortaleza reside en los valores, la honestidad, la humildad y la buena voluntad, entre otros. Lo contrario puede hacernos lograr grandes éxitos sociales, pero nos destruye por dentro.
El puente de cristal nos expone a ser dañados, pero es el mero hecho de adentrarnos en dicho puente como se afianza nuestra fortaleza y nuestra confianza. Optar por no cruzar el puente nos convierte en seres débiles, inseguros y vulnerables. El mero hecho de penetrar en él nos transforma en seres libres, fuertes y confiados. Más que un salto cuantitativo, damos un salto cualitativo en relación a la calidad de nuestra vida.
Explicado con mis palabras y entendimiento, el Tao (el Camino) enseña que todo nace de la nada, y que el todo volverá nuevamente a la nada.
Yo creo que mi existencia describe un ciclo cuyas estaciones debo atravesar en plenitud de consciencia y vivencia, desplegándome desde la nada al todo, y replegándome desde el todo a la nada. No se debe entender que la nada es la negación de la vida.
En mi personal reflexión concluyo que antes de volver a no-ser, quiero ser plenamente. Antes de ser nada, quiero ser todo. Y a eso aspiro: a vivir plenamente el ser que soy con todos sus atributos y potencialidades (solo lo que soy, nada más), intentando desarrollar, como buenamente sé, todo mi potencial. Por tanto, quiero ser y vivir todo lo que soy y puedo llegar a ser, todo lo que mi vocación, como ser humano, me pide que sea. Solo así, viviendo en plenitud, el todo puede completar el ciclo y volver a ser nada. De otra manera, será como si no hubiera existido al no haber madurado el ciclo de mi existencia.
De la misma manera que un árbol desarrolla todo su ser potencial, como árbol, yo quiero desplegar el mío, como ser humano, sin renunciar a nada de aquello que configura mi esencia y mi personalidad innata.
La paz debería tener muchos himnos, debería permanecer en el corazón y en la mente del ser humano cada segundo de su vida. Solo así este mundo podrá vencer su tendencia a solucionar sus problemas recurriendo a la imposición y a la violencia. Solo así la libertad tendría una verdadera oportunidad de formar parte significativa de nuestras vidas. Y solo así dejaría de haber amantes del poder, verdaderos enfermos, que sean capaces de sojuzgar o mentir a sus conciudadanos con tal de alcanzar y mantener el poder. Y no solo hablo de dirigentes en regímenes totalitarios. Incluyo a una mayoría de dirigentes políticos en el mundo que hacen de la política su medio de vida y de la obtención del poder su única demostración de éxito.
Pero ¿cómo promover algo así entre quienes viven obsesionados con demostrar su poder ante el mundo? No cabe otra cosa en su mente más que la ambición de poder… Y hasta que el mundo no los reconozca como enfermos, no los tratemos como tales y no los apartemos del ejercicio del poder, seguiremos sufriendo sus errores y desmanes. Como en la actualidad…
¿Por qué poner tantas trabas a la tolerancia, al entendimiento, a la humildad, al diálogo, al respeto…? Todos queremos un mundo mejor pero ¿qué hacemos por conseguirlo?
“Hay dos formas de vivir: puedes vivir como si nada fuera un milagro;
puedes vivir como si todo fuera un milagro. Lo más hermoso
que podemos experimentar es el misterio. Es la fuente
de todo arte auténtico y de toda la ciencia. Aquel para quien
esta emoción sea una desconocida, quien no puede hacer una pausa
para maravillarse y permanecer extasiado de sombro,
prácticamente está muerto: tiene los ojos cerrados”
Albert Einstein (1879 – 1955)
La joven del vídeo (ver vídeo)
Mucho me temo que aquello que dije en mi pasada entrada en el blog “Pensar y sentir”, titulada “La inocencia como don…” - https://emu-tiempodetenido.blogspot.com/2024/07/la-inocencia-como-don-esos-momentos.html ES UNO DE LOS TEXTOS MÁS IMPORTANTES Y TRASCENDENTALES QUE HE ESCRITO en toda mi vida. En mi opinión, su mensaje es básico para tener una bonita vida, y es que resume muchos años de aprendizaje y reflexión.
Y sin embargo, me temo que su mensaje ha pasado desapercibido, tal vez porque no se ha captado su esencia. Es cierto que no hablaba claramente, y que me extendí en unos cuantos párrafos (demasiada lectura…). O tal vez no supe expresar bien lo que quería decir. Sin embargo, es tan importante para un ser humano esta lección de la vida que VOY A INSISTIR EN EL TEMA de esa entrada, y ME VOY A EXTENDER AÚN MÁS. No por fastidiar, sino por si hay alguien que pueda beneficiarse de alguna manera ese vídeo y esa muchacha de la que hablo.
Hablaba de una mujer del coro, estudiante de la Universidad de Cambridge, y dejaba el vídeo para que se pudiera comprobar lo que decía, para que cualquiera que llegara a esa entrada pudiera contagiarse de sus maravillosos sentimientos. Hablaba de su “inocente excitación” (y cada día estoy más convencido de que excitación no puede ser bella si no está bien impregnada de INOCENCIA Y SENSIBILIDAD), de su ensimismamiento, de su gozo, de su FASCINACIÓN, de su éxtasis…
VOY A SER SEVERAMENTE CRÍTICO, que es lo que nos permite DESPERTAR NUESTRA CONCIENCIA Y NUESTRA CONSCIENCIA. ¿Cuántas personas pueden decir lo mismo? ¿Cuánto tiempo hace que cada uno de nosotros no ha vivido algo tan alucinantemente bello? ¿Quién tiene una actitud ante la vida que le permita vivir momentos como estos? Me temo que en la niñez vivimos continuamente momentos así, pero que en la edad adulta brillan por su ausencia. Y lo más terrible de todo es que vivimos ignorantes a esta realidad. Lo más duro de todo es comprobar cómo tenemos continuas oportunidades de vivir momentos tan bellos como ese ¡y los dejamos escapar sin siquiera darnos cuenta de que los hemos tenido enfrente! Llego a la conclusión de que los adultos somos realmente torpes… ¡y eso no es lo peor!
Para poder seguir viviendo en la edad adulta momentos de plenitud como el de esa joven es necesario VIVIR CON PLENA ENTREGA nuestra vida, pero no vale con decir que vivimos el aquí y el ahora (el momento presente). ¡Se puede vivir el momento presente sin vivir nada de nada! Para realmente vivir el momento presente debemos saber qué es lo que da sentido a nuestras vidas, y tener ojos para reconocer aquellas circunstancias o hechos que realmente nos proporcionan ese éxtasis de plenitud, esos momentos increíbles en los que podemos sentirnos ahítos de vida, amor y alegría. Mucho trabajo, es cierto, pero es lo que puede hacer que nuestra vida cobre sentido.
Hay más aún: no solo es suficiente con reconocer quiénes somos, qué da sentido a nuestra vida, y qué nos sentir plenos. Ni es suficiente con estar atentos. Muchas veces estamos atentos, pero no desde nuestra real personalidad. El ser humano tiene una DESCONCERTANTE TENDENCIA A LA DEPENDENCIA, a que personas famosas y reconocidas por la comunidad nos digan qué es aquello que merece la pena disfrutar en la vida. Tenemos tal FALTA DE CONFIANZA EN NOSOTROS MISMOS QUE NECESITAMOS UN PASTOR que nos diga lo que está bien y mal, que nos guíe y que nos proteja. Y, como no puede ser de otra manera, terminamos por convertirnos en rebaño.
Y SÉ QUE ME GRANJEARÉ MUCHA IMPOPULARIDAD POR LO QUE ESTOY DICIENDO, ¡pero alguien lo tiene que decir, carajo! ¡Basta de engaños! ¡Basta de esa ley no escrita por la cual debemos mostrarnos felices no hablando de temas delicados, por importantes que sean! Esa dependencia de la que hablo puede llevarnos a considerarnos la persona que no somos; a vivir como si se tratara de una maravillosas experiencia algo que, en el fondo, no nos aporta nada o muy poco. Por ese camino solo conseguimos al final ser un clon que va donde va allá donde todo el mundo se dirige. ¡Esta es la realidad de cualquier sociedad de consumo de masas! Nombre, por cierto, que no me he inventado yo. Masas…
NO TIENE NADA DE MALO LA CONVIVENCIA CON OTROS SERES, humanos o no. Al contrario, es imprescindible. Pero nunca es sano si se hace desde el seguidismo acrítico, en lugar de hacerlo desde un pleno reconocimiento de la propia personalidad y voluntad. Y para ello, vuelvo a la ENSEÑANZA DE LOS NIÑOS, a los que reconozco como los más sabios entre los sabios. Ellos nos dan ejemplo de cómo DISFRUTAR DE LA VIDA, de cuáles son las ACTITUDES necesarias para ello. Y lo más sorprendente es que lo hacen desde el desconocimiento de sí mismos, SIGUIENDO SOLO SU NATURALEZA E INSTINTO:
VIVEN CURIOSOS Y EXPECTANTES. Mantienen sus ojos abiertos a todo, grande o pequeño, pues ellos no entienden de grande o pequeño, de importante o inane, de famosos o anónimos. Ellos no se entretienen en esas estupideces que tan importantes son para nosotros, los adultos. Y eso les permite acceder a lo mejor, y disfrutarlo plenamente. Los adultos, conocedores (al contario que los niños) de que la vida supone EXPONERSE A RIESGOS Y DOLORES, CONSTRUIMOS VIDAS PREDECIBLES Y REPETITIVAS donde la curiosidad y la expectación hace tiempo que la dejamos en el cementerio.
VIVEN ILUSIONADOS sin forzarse en disfrutar de la vida de una forma concreta, independientemente de que tengan sus PREFERENCIAS (a veces especialmente insistentes). Cuando no pueden satisfacer una de sus preferencias se desahogan con unos pocos lloros y si no se les hace sentir como víctimas, enseguida buscan otra distracción ilusionante. En definitiva, los niños NECESITAN VIVIR ILUSIONADOS y no entienden la vida de otra forma. LOS ADULTOS SENTIMOS TANTO MIEDO E INSEGURIDAD QUE MATAMOS LA ILUSIÓN.
SON FÁCILMENTE IMPRESIONABLES Y CREEN EN LA CONTINUA POSIBILIDAD DE ASOMBRARSE con lo que acontece en su vida. Otra actitud imprescindible que perdemos los adultos, exactamente por las mismas razones que antes: necesitamos planificar, CONSTRUIR UN GUION ampliamente contrastado en sociedad, y nos ceñimos estrechamente a él para EVITAR FRACASOS Y SUFRIMIENTO. Demostramos el MIEDO A VIVIR que sentimos, lo agarrotados que estamos física, mental y espiritualmente. Es cierto que reducimos el riesgo de fracaso y dolor, pero al precio de vivir como sardinas (en una lata, por supuesto, no en el mar)
En ellos, HASTA SU PICARDIA ESTÁ LLENA DE INOCENCIA. Y es que SIN INOCENCIA NO HAY POSIBILIDAD DE GOZO. Es cierto que los adultos disfrutamos con experiencias que consideramos maravillosas pero que no lo son, que nos consideramos maestros sin serlo por el mero hecho de haber conseguido CONVERTIR EL AMOR EN SEXO, los SUEÑOS EN COMPETICIONES, nuestra LIBERTAD EN SUMISIÓN, etc.
En resumen, los niños VIVEN SU ESPECIAL Y ESPECÍFICA SENSIBILIDAD. No reparan en cómo deben de ser, simplemente son. Y lo son guiándose, sin darse cuenta, por su peculiar naturaleza y por su maravillosa sensibilidad.
Todo esto quiere decir que debemos volver a la infancia. ¡Absolutamente, no! Aunque quisiéramos, no lo conseguiríamos. Es imposible. Y, además, entrar en la edad adulta debería ampliar nuestras expectativas y nuestra riqueza vital y emocional, no al contrario, como en realidad ocurre. Lo que necesitamos es RECUPERAR LOS VALORES DE LA NIÑEZ que siguen siendo imprescindibles para una vida plena (o más plena).
No solo seríamos más felices. Habría mucha más colaboración que competencia, muchas menos personas necesitadas en sus necesidades básicas, mucha menos violencia, y muchas menos muertes trágicas. Y apunto mi última pregunta: ¿por qué evitamos reconocer el penoso mundo en el que vivimos, para construir uno mejor? Es tan malo el actual que con un poco que se hiciera lograríamos mejoras sustanciales.
Toc, toc… ¡El vídeo! El video y esa muchacha que fascina en su inocencia y sinceridad.
“A los ojos de un niño, no hay siete maravillas en el mundo.
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