“Almas bellas y amigas de la virtud
poblarán el mundo y luego veremos hacerse
todo áureo y lleno de las obras antiguas”
Francesco Petrarca (1304 - 1374)
A nivel actitudinal, a menudo RECURRIMOS A TÉCNICAS QUE, EN REALIDAD, SOLO APORTAN MEJORAS MUY HUMILDES E INESTABLES A NUESTRA MOTIVACIÓN. Frecuentemente alguien da con una idea interesante que termina siendo acogida con inusitada ilusión en medios profesionales hasta convertirse en una moda acrítica a la que no se le añade ninguna mejora. Muchas veces tengo la sensación de que nos estamos agarrando “a un clavo ardiendo” para sentir que no nos estancamos o para creernos más enriquecidos intelectualmente. Un ejemplo de ello podría ser la reciente moda de hablar del talento, como si lo hubiéramos descubierto hace unos meses.
En este MUNDO DE URGENCIAS sin límite en el que tanto se valora la rapidez en la actuación, creo que hemos perdido el norte: VIVIMOS DE MIGAJAS MOTIVADORAS (falsos ídolos, como el poder, la fama o el dinero) o visiones engañosas (soluciones mágicas, de usar y tirar, que solo sirven durante un tiempo). Sin embargo, en el fondo, estamos sedientos y hambrientos de propósitos que engarcen con nuestra real y profunda personalidad, y que den respuesta a esa ESENCIAL NECESIDAD DE SENTIDO Y FINALIDAD en nuestra vida. Al final, nos hacemos las mismas preguntas que en la antigüedad clásica: ¿Qué hacemos en este mundo? ¿Para qué vinimos a este mundo? ¿Qué puede hacer de nosotros seres íntegros y felices?
Toda esta reflexión sobre la motivación trae a mi mente el GRAN EJEMPLO DEL RENACIMIENTO ITALIANO, desvelando la razón que dio lugar a una etapa tan increíblemente brillante en la historia de la humanidad (en este caso “occidental”): los hombres y mujeres del Renacimiento encontraron en eso que ahora llamamos humanismo el sentido de sus vidas. Encontraron motivaciones tan innovadoras y contundentes que DESARROLLARON UNA ENERGÍA, UNA CREATIVIDAD, UNA CAPACIDAD DE REALIZACIÓN, QUE AÚN HOY NOS CUESTA MUCHO APRECIAR, ENTENDER E IGUALAR. Este es el caso, por poner un solo ejemplo (tal vez el mejor) de un Leonardo da Vinci. Que nadie se engañe: no fueron las técnicas de entonces (atrasadas, para nuestra época) ni sus rudimentarios conocimientos (primitivos, comparados con los actuales) los que le llevaron a dar ese salto tan impresionante en tantos campos del conocimiento y de forma simultánea. Fue el espíritu del renacimiento, LA PASIÓN POR SABER Y POR CREAR, POR HACER DEL SER HUMANO LIBRE Y PROTAGONISTA DE SU PROPIA VIDA, EL CENTRO DEL MUNDO. Y por hacer del propio mundo un lugar mejor en el que vivir. EL PLACER DE HACER POR EL PURO PLACER DE SENTIR LA EXPERIENCIA DE HACER ALGO BUENO Y BIEN HECHO.
Los FALSOS ÍDOLOS DE NUESTRA MOTIVACIÓN nos han terminado conduciendo inexorablemente al propio fracaso como seres humanos, a la desigualdad, a la insolidaridad y al daño ajeno. Como en los orígenes de nuestra especie, seguimos sintiendo una insana necesidad de sobresalir y prosperar por encima de los demás o, lo que es peor aún, a costa de los demás. NUESTRA MENTALIDAD SIGUE SIENDO TAN PRIMITIVA COMO HACE UN MILLÓN DE AÑOS y no admite que la solidaridad (más allá de los meros lazos de consanguineidad) sea la alternativa más enriquecedora para el ser humano. Y, tal vez, su salvación.
Lo mejor del trabajo nunca puede ser la hora de salir. Por muy humilde que sea la labor que hacemos, el pobre propósito de cumplir con nuestro trabajo debe ser sustituido por EL BIEN QUE NOS HACEMOS A NOSOTROS MISMOS, A NUESTRAS FAMILIAS Y A LA COMUNIDAD EN LA CUAL VIVIMOS. La tediosa repetición de tantos procesos cíclicos debe ser vencida por nuestro natural espíritu innovador: gozar de la creatividad y del mayor bienestar que proporcionamos. La sumisa adhesión a unos hábitos, muy prácticos pero siempre adaptables y mejorables debe ser superada nuestra inquieta inteligencia, mucho más enriquecedora. Nuestro afán competitivo, siempre más pendiente de los demás que de uno mismo debe ser anulada por LA COMPETICIÓN CON UNO MISMO Y LA SOLIDARIDAD CON LOS DEMÁS.
Tal vez, debamos pensar que es imprescindible un CAMBIO EN NUESTRA MENTALIDAD Y EN NUESTRA CULTURA: un cambio que nos permita meditar con serenidad sobre nuestra FORMA DE VIDA y la FORMA EN QUE NOS RELACIONAMOS. Un cambio que nos traiga una mayor satisfacción en lo que hacemos (sea lo que sea), que nos aporte muchas más satisfacciones, y que puede permitir a la humanidad SUPERAR LOS GRANDES RETOS A LOS QUE ACTUALMENTE NOS ENFRENTAMOS, incluido el de nuestra propia supervivencia.
Emilio M.
Homo Novus
(original autentificado)
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