“El cuerpo humano, es por antonomasia,
la unidad simbólica del Renacimiento”
“Las diferentes tendencias e investigaciones
del Renacimiento (…) tienen en común
una representación de la anatomía humana
como una arquitectura de las emociones”
Rafael Argullol (1949 - …)
“Llega un día en el que descubrimos
que es mejor opción la muerte que la renuncia
de aquello que da forma a nuestra
noble esencia y al goce de la belleza
en su máxima expresión”
Emilio Muñoz
El Renacimiento, especialmente el italiano, fue ante todo un regreso a los orígenes, a lo primordial, a lo auténtico. Y fue una recuperación de la inocencia y de la alegría de vivir desde la admiración y la creación de la belleza a todos los niveles. También, y principalmente, a nivel emocional, a través de la exaltación de los sentimientos provocados por la auténtica vivencia de la belleza. Por eso, el Romeo y Julieta de Shakespeare, autor renacentista (no se nos olvide), es, en mi opinión, un compendio de la pasión por la belleza, representada en el amor adolescente. Y, por extensión, su obra también muestra cómo los adultos destruimos esa belleza.
Pero el ser humano actual, que tanta prisa tiene por llegar a ningún sitio, y por demostrar lo que no es su verdadero yo y lo que no tiene; tan ignorante de la historia y del valor de filosofar sobre su naturaleza y existencia, ignora que hubo un tiempo en el que unos pocos artistas y pensadores demostraron hasta qué punto la creatividad se puede sublimar y la belleza puede inflamar nuestro espíritu.
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La mirada de Simonetta Cattaneo Vespucci Sandro Botticelli - “El nacimiento de Venus” (extracto) |
Simonetta fue una joven mujer, nacida de noble familia, que fue casada con tan solo 16 años con un rico mercader florentino, y que murió a los 23 años, según se cree, de tisis. Lo que más me fascina y apasiona de Botticelli y Simonetta es que en esta pintura (¡que solo la dio por terminada nueve años después de la muerte de su modelo!) se retrata la belleza no solo física. También se retrata la belleza de las emociones.
En esta obra Simonetta muestra en su rostro y en su expresión, una belleza difícilmente alcanzable. En su mirada aún no se ha extinguido la inocencia de la adolescencia. La franqueza de sus ojos tristes es sobrecogedora. Ningún velo artificial se interpone entre su rostro y el espectador, y así nos da la oportunidad de sentir piedad por sus circunstancias, y un amor divino por el alma que se transparenta en su expresión. ¡Quién no querría acoger en un tierno abrazo a la hermosa Simonetta!
Y esta emocionalidad llena de inocencia es la que preside buena parte de las obras del Renacimiento. Sus obras, más que querer impresionar con el físico, lo pretenden hacer con la expresión de las más bellas emociones.
El “Romeo y Julieta”, que antes mencioné, parece beber de las mismas fuentes de inspiración. De hecho, encuentro una total unidad entre estas obras, pictórica y literaria, por cuanto retratan las mismas bellas e inocentes pasiones. Es curioso comprobar como Shakespeare escribió su obra mucho después (1593 - 1594). Incluso después de la obra que, se dice, inspiró al gran dramaturgo, “Historia novelada de dos nobles amantes”, de Luigi da Porto, publicada en 1530.
Aunque me salga un poco del hilo conductor de este escrito, y pidiendo perdón por si molesto a alguien, no quiero dejar de decir lo que, en mi opinión, es una verdad que solo puede ser ocultada por nuestra pasmosa, ridícula y perjudicial vanidad: los niños, sin saber, saben mucho mejor que nosotros sobre la belleza, sobre el amor y sobre la plenitud de vivir.
Y sentencio algo que cada día veo más claramente: no encontramos la belleza en el vivir cuando la buscamos. Es la belleza la que nos encuentra cuando reconoce en nosotros el auténtico amor por la vida, despojado de toda artificialidad y apariencia. Además, la belleza deja de ser belleza cuando intentamos apropiarnos de ella. En ese momento, nosotros también dejamos de ser quienes en esencia somos…
Emilio Muñoz
Homo Novus...
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