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jueves, 15 de marzo de 2018

RENACER, RENACIMIENTO Y HUMANISMO. UNA ACTUALIZACIÓN DESDE LA CRÍTICA


“Hombres ilustres tienen por tumba el mundo entero”

Tucídides (460 aC - 396 aC)


Imagen propia
Me resulta sorprendente la sencillez y contundencia de este mensaje: "la mejor red social es una mesa con amigos". Y da para muchas reflexiones. Todas las que están relacionadas directa o indirectamente con la amistad y las relaciones sociales, en general: aprecio, apego, ayuda, fraternidad, generosidad, buena voluntad y otras muchas. Sin embargo se pueden entender muchas cosas diferentes por amistad, y algunas de ellas pueden dar lugar a la creación de muchas fronteras y muros: yo, mi familia, mi grupo de afines en el trabajo, mi empresa, mis grupos de redes sociales, mi barrio, mi localidad, mi país, mi continente, mi partido político, mi club de futbol… Una vez que se crean las fronteras nos pasamos la vida incluyendo y excluyendo a unos u otros, distinguiendo entre los camaradas que entran dentro de lo que llamamos “nosotros” y aquellos “otros”, los contrarios, a los que no hay que dejar entrar. Todo depende de la mentalidad “incluyente” o “excluyente” que tengamos.

Yo no veo más patria para un ser humano que su vida y la humanidad en su conjunto. No veo motivo más auténtico para vivir que disfrutar con alegría de la propia existencia. Ni veo mejor estrategia para ello que la de facilitarnos las cosas los unos a los otros sobre la base de la buena voluntad (o, al menos, la buena vecindad). Sin embargo creamos miles de fronteras, como hemos podido comprobar más arriba. Y nos amargamos la existencia entre todos con miles de competiciones, luchas, enfrentamientos y violencias, a cual más inútil y más carente de sentido. Y ya que estamos metidos en faena, no dejamos de deteriorar este maravilloso hábitat natural que es nuestro mundo. Nos debería avergonzar legarlo bastante más deteriorado de cómo lo heredamos. Nos pierde esa preocupación tan humanamente egoísta e insolidaria de acumular a toda costa recursos, aunque nunca los vayamos a utilizar, y con ello perdemos los valiosos bienes que naturales que heredamos.

No han faltado seres humanos a lo largo de la historia que nos han recordado donde ésta el buen objetivo y el buen camino. Unos eran sabios; otros eran personas normales, como nosotros mismos, porque para llegar a estas conclusiones solo se necesita sentido común y buena voluntad. ¿Será que andamos un poco escasos de uno y de otra?

Quien ha vivido una situación tan traumática como estar a punto de perder la vida, de vivir en la incertidumbre de perderla o de haber sufrido graves daños, suele desnudar su alma, despojarse de sus “vestiduras y convencionalismos sociales” y regresar a lo esencial: a lo más esencialmente humano, a lo que realmente funciona bien, a lo que nos hace disfrutar y sentirnos vivos: ese apego y respeto a la vida y esa admiración por la belleza. Con estos principios, el ser humano se desprende de su perjudicial egoísmo, de las miles de patrias artificiales que creamos y de las cientos de luchas contra algo o alguien que montamos con el fin, solo aparente, de sobrevivir o mejorar.

El ser humano tiene una errónea y autodestructiva tendencia a vivir un papel específico, como si la vida fuera una obra de teatro y hubiera que elegir un personaje. Elegido un papel que representar o, más habitualmente, un personaje notorio (de éxito, por supuesto) al que imitar, renunciamos a nuestra propia personalidad para asumir la ajena: gestos, vocabulario, forma de pensar y sentir, gustos… Incluso intentamos adoptar y repetir sus hábitos y poses. Planteamientos como este nos hace mucho daño, tanto a nivel individual como social.

Imagen: Max Pixel
Hay quienes se aferran a eso de vivir el presente (“carpe diem”) y te recomiendan que no vivas ni en el pasado ni en el futuro. De hecho, yo mismo lo he intentado muchas veces, pero debo de reconocer que he sido muy torpe y no he aprendido a hacerlo. Con el tiempo, si he aprendido a convivir conmigo mismo (¡qué ya tiene mérito!). Aprendí a conocerme y a aceptarme, procurando que nadie más pagara por las consecuencias de ser como soy. Y con el paso del tiempo también aprendí que por mucho que se intente, el pasado siempre está ahí y el futuro está lleno de sugerentes posibilidades que no se pueden desperdiciar. Realmente, la vida es un propósito y un proyecto; un viaje en el que siempre habrá puerto de salida y puerto de llegada. Puede ser que el propósito varíe algo a lo largo del tiempo, pero todos llevamos la semilla de un proyecto y de un propósito que le da sentido que debemos procurar reconocer. Y todos estamos en tránsito, aunque solo sea entre el nacimiento y la muerte. El pasado siempre está ahí, y el futuro no puede dejar de ser una tentadora oportunidad.

No hay nada equiparable a ejercer de nosotros mismos: conocernos, dar con ese propósito, ir dando forma a nuestro proyecto de vida y disfrutar del camino. Sin embargo, improvisar, vivir como un hippie, centrarse en lo que tenga a bien ofrecerte el día, ponerse flores en el pelo… todo eso está muy bien. Pero no funciona. Necesitamos trascender el momento presente y dar proyección a nuestra vida, lo que se resume en tener un proyecto. Y necesitamos, para vivir en paz con nosotros mismos, que hagamos lo que hagamos, no sea a costa de dañar nuestro entorno ni a otros seres.

En Navidad solemos desearnos la paz los unos a los otros, pero no suele ir más allá de un formalismo o una declaración de buenas intenciones. Eso nos sirve para adormecer nuestra conciencia y que no nos dé demasiada guerra el resto del año. La paz es un bien que exige un esfuerzo diario de todos, sin esperar a que sean los demás los que tomen la iniciativa. Necesitamos hacer cambios en nuestra mentalidad, en nuestras actitudes y en nuestros hábitos. Necesitamos librarnos de patrias, luchas, comparaciones y complejos. Sencillez, fraternidad y armonía.

Necesitamos recuperar nuestro sentido ético y los valores más generosamente humanos. Necesitamos rescatar la tradición humanista de los libros de historia. Necesitamos erigir sociedades más colaborativas y amables, a la vez que respetuosas con el medio ambiente. Necesitamos conseguir que el amor al saber y a la belleza, y la pasión por darles vida, se vuelvan a convertir en la más grata experiencia de la creatividad humana, a nivel individual y colectivo.

La esencia del humanismo seguramente resida en propuestas tan rotundamente sencillos como las que he comentado. Y la humanidad, tal vez, dependa de que los recupere para sobrevivir.


Emilio M.
Homo Novus
(original autentificado)

1 comentario:

  1. Una entrada para analizar, para detenernos a pensar precisamente en lo q tristemente no pensamos, el humanismo se trata precisamente en el modo de hacernos ver como humanidad y sería mucho más fácil si nos detenemos en los verdaderos valores, en la historia de nuestro recorrido por los tiempos, en la belleza q nos rodea que estando al alcance de una simple mirada, se hace imperceptible.
    La escala de valores q sustentamos como individuos y su máximo y primer escalón el amor como premisa indispensable.
    Si cuando se pone el primer ladrillo de una edificación y no pensamos en el costo de inversión contra valor de la obra, y pensamos en las manos q la edifica y una vez terminada la satisfacción de lo logrado, pero vivimos en un mundo que aceleradamente vive de ofertas y ganancias, de vanidades y un afán desmedido a sobresalir.
    A veces pienso en las hormigas, tan pequeñas, laboriosas y solidarias que quisiera ser una de ellas, pero a la vez me asustan los pies que no las ven.

    Gracias, mi querido Emilio, por tu sabiduría y tu entrega.

    Me alegra infinitamente q tu blog esté lleno de esa vida necesaria.

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