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viernes, 18 de octubre de 2024

EL PUENTE DE CRISTAL…


“Permanecer siempre receptivos en todos los asuntos,
a una visión más amplia e integradora solo es posible
si estamos dispuestos a cuestionar lo que hemos pensado
hasta el momento, a dejar a un lado nuestros intereses particulares,
a ver las cosas tal como son sin maquillarlas a nuestra conveniencia,
a abandonar ilusiones acerca de las cosas y quienes somos
pretensiones, imposturas, engaños, máscaras, defensas…,
a alcanzar la máxima desnudez ante uno mismo,
ante la vida y ante los demás”

Mónica Cavallé (1967 - …)


Fuente: internet
El puente de cristal solo es un símbolo, nada más que un símbolo... Un símbolo que he creado con el propósito de facilitar la comprensión de dos cuestiones fundamentales en el decisivo arte de vivir: autenticidad y confianza. Por lo tanto, “el puente de cristal” trata de cómo afrontamos la vida y, una vez más, propone una alternativa posible.

Hay un “puente de cristal”, invisible, que nos permite cruzar desde nuestro hoy, tal y como vivimos en sociedad, para llegar al ser que realmente somos y, más allá, al ser que desearíamos ser conforme a nuestra auténtica naturaleza y personalidad. ¿Realmente es necesario proponerse algo así? Cada cual debe reflexionar sobre ello. En especial, los más jóvenes.

EL DRAMA DE NO SER
La realidad es que me encuentro personas tan metidas en el papel ―en el rol― que han decidido jugar en sociedad que ni siquiera son conscientes de que su vida no les llena. Hablo de valores, ideas, hábitos, emociones, sensibilidad… Porque cuanto más nos separamos de ellos, por muy bien que desempeñemos nuestro rol y por mucho que seamos aceptados entre quienes nos rodean, más alienados (de alienación) nos sentiremos, más perdidos, y descubriremos que la vida tiene menos sentido.

Fuente: internet
Si solo tuviéramos una componente animal, nos bastaría con alimentarnos y procrear; cuidar de nuestro bienestar y del bienestar de nuestros hijos. El problema es que los seres humanos tenemos la capacidad de ser conscientes de nosotros mismos, de nuestra personalidad, de lo que pensamos y sentimos, de lo que hacemos, y de lo que deseamos vivir. Realmente, la vida solo tiene sentido cuando nos hacemos cargo de ello y decidimos vivir el ser que realmente somos.

Las enfermedades mentales y los suicidios se están incrementando sustancialmente de año en año hasta llegar a convertirse en verdaderos dramas sociales. De hecho son el mayor problema de salud y muerte en nuestras sociedades.

Soy consciente de que asumiendo patrones ajenos al propio ser, pero que son bendecidos socialmente, nos puede permitir creer que uno vive lo que desea vivir (o, al menos, que vive cómodamente). Sin embargo, no es así. Hablar de ello suele ser muy problemático, pues llegar a reconocer el posible vacío de uno mismo que hay en la propia vida puede ser aterrador. Sincerarse con uno mismo, medir el grado real de satisfacción sobre la propia vida o analizar el grado de frustración con el que se vive suelen dar la medida del posible problema.

EL RIESGO DE SER
Frente al drama de no ser solo se erige una opción: la de ser. La alternativa de ser es la opción de reconocerse a uno mismo, la de analizar cómo es el mundo y en qué grado puede satisfacernos y, sobre todo, la de desnudarnos y vivir conforme al ser humano que somos.

Fuente: internet
En un mundo en el que se prioriza el ego, la competitividad, el consumo impulsivo, la comparación más inhumana o la violencia de todo tipo y grado, todo se complica. Son patrones de actuación que desembocan en los males que antes mencionaba, y con los que, a pesar de todo, se prima la uniformidad, y el comportamiento de rebaño (¡cómo para acabar todos locos!). Ser uno mismo, y vivir abiertamente la especial personalidad, no es fácil, ni deja de tener sus riesgos. Hay que reconocer la realidad. Y por supuesto, no hablo de la moda de ser diferente o rebelde, que solo sirve para satisfacer la insana necesidad artificial de ser visto.

A pesar de todo, quien se plantee esta disyuntiva debe hacerse la pregunta: ¿dejo de ser yo mismo de forma voluntaria para evitar problemas interpersonales, o me arriesgo a ser yo mismo, con los problemas que eso conlleva? Llegamos al puente de cristal…

El puente de cristal es ese puente que nos lleva hasta nosotros mismos, pero que nos visibiliza ante la sociedad, y nos expone a la crítica y al rechazo.

En mi experiencia y opinión, renunciar a uno mismo es condenarse al remordimiento y la frustración. Incluso en los casos en los que conseguimos convencernos a nosotros mismos de que hemos elegido bien y de que estamos fantásticamente. Sin embargo, la traición no es tolerada por nuestro subconsciente, y la frustración siempre termina en daño hacia uno mismo o hacia los más débiles que nos rodean.

Cruzar el puente de cristal, a pesar de críticas y rechazos, que no son fáciles de llevar, fortalece nuestras convicciones y la confianza en nosotros mismos. Nos hace mentalmente más fuertes, y nunca nos lleva al aislamiento y la soledad.

CONCLUSIÓN: ¿QUÉ HACER?
Lo que nos hace fuertes no es la traición, sino la reafirmación de nuestra auténtica personalidad. Y lo que nos hace fuertes es promover la libertad y la confianza entre las nuevas generaciones, no educarlas para que sean meros supervivientes o destacados (destructivos) actores. Hoy mismo se me comentaba que es una alegría no haber traído hijos en este mundo en el que hay que ocultarse para no ser herido. Pero la resignación solo lleva a un empeoramiento de la situación.

Si analizamos la historia, los grandes avances de todo tipo han sido realizados por personas sencillas muy idealistas, honestas y humildes. Personas que se enfrentaron al dogmatismo y el escepticismo con la fortaleza que da la convicción en unos sanos valores y propósitos. Ellos nos dan el ejemplo y la solución: la fortaleza reside en los valores, la honestidad, la humildad y la buena voluntad, entre otros. Lo contrario puede hacernos lograr grandes éxitos sociales, pero nos destruye por dentro.

El puente de cristal nos expone a ser dañados, pero es el mero hecho de adentrarnos en dicho puente como se afianza nuestra fortaleza y nuestra confianza. Optar por no cruzar el puente nos convierte en seres débiles, inseguros y vulnerables. El mero hecho de penetrar en él nos transforma en seres libres, fuertes y confiados. Más que un salto cuantitativo, damos un salto cualitativo en relación a la calidad de nuestra vida.


Emilio Muñoz
Homo Novus...

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